domingo, 6 de septiembre de 2009

Dos cuerpos

Dos cuerpos, dos mentes, dos corazones. Cuanto anhelo volver a sentirlo, volver a vibrar con sentimiento. Tu cabeza sobre mi pecho, mis manos buscando amor entre las tuyas, mis labios tapando los tuyos y entrando dentro de ellos. Mi mente vuela en estos momentos e imagina... .

Estamos en un cubo rectangular, al cual podríamos llamarle habitación, porque no. Vislumbro una tenue luz que hace que tu cuerpo se vea como en movimiento, a veces más iluminado y a veces no tanto, con sombras. Podríamos entender esa luz como si de una vela se tratara, porque no. Estas cerca de mi y yo de ti, encima de un rectángulo mas o menos duro pero a la vez confortable. Podría ser un colchón de espuma, porque no. Te miro tímidamente pero a la vez con deseo, y veo que tu mirada me responde. Una música suave y tierna, con letra sensible me hace temblar de emoción o de miedo por lo que pueda pasar. Podría ser tu voz, porque no. Imagino y sigo imaginando, porque no.

Entre un intercambio de melodías tu mano se acerca a la mía, me rozas, y mi cuerpo empieza a sentir como si un río corriera por dentro, de arriba abajo. Nos miramos de nuevo y entonces nos damos cuenta de que...

Te acercas, tus labios empiezan a rozar mi cuello, lentamente subiendo hacia mi rostro. Me besas las mejillas, suspiras en mi oído, y me dejas congelada de calor estremecedor. No pares, te digo yo, no pares. En mi mente empezaba a imaginar tu cuerpo desnudo tapando el mío, es lo que yo deseaba, y yo pensé que podría pasar algo entre las dos, porque no.

Con un pequeño movimiento me senté encima de ti, nunca había estado tan cerca de ti. Me cogiste por la cintura y me abalanzaste hacia ti hasta no dejar ni un milímetro entre nuestras cinturas. Tus manos siguieron acariciándome, subiendo hacia mi espalda, mis hombros, mi cuello, mis brazos, hasta llegar a mis manos. Entonces, mientras nuestras miradas aun permanecían inmóviles, acercamos nuestros rostros, me apretaste fuertemente las manos y me besaste como nunca nadie me había besado antes. Tus labios carnosos y húmedos mojaban los míos, me mordisqueabas suavemente, y nuestras lenguas empezaron a acariciarse sin prisas. Mis manos se condujeron solas hasta tu pecho y empecé a tocarte. Podríamos sentirnos aun más, porque no.

Te empecé a sacar el jersey, lentamente. Empecé a hacerlo desde tu cintura, y mi lengua seguía el mismo recorrido hacia arriba. Mientras, tu hiciste lo mismo. Ya sin sujetador, nuestros senos se tocaron, nuestras pieles desnudas sentían el calor. Me acariciabas el pecho y me dabas besos mojados en ellos. Yo empecé a moverme encima de ti, clavada en tus caderas, sentadas las dos, una encima la otra, empezando a danzar un baile tranquilo pero a la vez deseoso, cada vez a más, aumentado el ritmo poco a poco.

Me empujaste hacia atrás hasta dejarme tendida en el colchón. Te pusiste entre mis piernas abriéndolas cuidadosamente, y empezaste a besar mi cintura mientras tus manos iban desabrochando mi pantalón. Yo estaba exhausta, como borracha de deseo de notar toda tu piel encima de mi. Me fuiste bajando los pantalones, tus labios y tu lengua seguían el mismo camino, hacia abajo. Me acariciabas la cintura, las caderas, mis muslos, hasta que acabaste quitándomelos. Entonces subiste un poco más arriba hasta llegar a mi cadera, te paraste un segundo, me miraste a los ojos y sentí el deseo que me transmitías desde los tuyos. Dejé que mi cabeza se apoyara en el colchón y te perdí de vista, mientras tú con tus dedos ibas bajándome lentamente mi ropa interior. En ese momento noté que tus manos se metían por debajo de tu falda y hacían lo mismo. Casi temblaba, imaginándome lo que iba a pasar. Tu rostro desapareció entre mis piernas y me emborrachaste de placer con tus labios. No te veía, pero notaba como tu lengua besaba mi parte más intima. Al paso de unos minutos apareciste enfrente de mi, besándome con desenfreno, con deseo. Entonces te levantaste la falda y te sentaste encima mío. Fue entonces cuando nuestras partes más intimas empezaron a rozarse, a tocarse, a mojarse. Empezaron a nacer movimientos lentos, poco a poco con más rapidez. No había ninguna parte de nuestra parte intima que no se tocara. Era tanto el contacto que no distinguía entre tu y yo. Luego me atreví a entrelazar nuestras piernas levantando mi cuerpo hasta tocar el tuyo. Ahora, frente a frente, mirándonos a los ojos y entrelazadas de cintura para abajo empecé a perder el rumbo. Me salían movimientos descontrolados de tanto placer, veía tus ojos embriagados y perdidos, notaba nuestros sexos unidos, rozándose y moviéndose. Te apartase de mí unos centímetros, me cogiste la mano y la pusiste en tu sexo, y luego pusiste la tuya en el mío. Era increíble, tus dedos acariciándome y los míos tocándote a ti. Quisiste entrar aun más dentro de mi, y así lo hiciste. Me penetraste con tus dedos y sentí un pequeño dolor pero de placer. Yo seguía acariciando con mis dedos la parte escondida entre tu entrepierna. Estábamos muy mojadas y empezábamos a respirar más rápido, al igual que nuestros movimientos. Después de unos cuantos minutos me cogiste y me sentaste encima de ti. Me recliné un poco hacia ti hasta que mis labios encontraron tus pechos, y empecé a mojarlos con mi lengua, notando como tus pezones iban cambiando su forma. Mientras, tu me cogías de la cintura y me ayudabas a no parar en el movimientos que hacia rozar nuestros sexos. Era increíble, teníamos las dos todo el cuerpo mojado de sudor, de placer. De repente con un movimiento un poco brusco me cogiste con tus manos la cara y me la acercaste hasta la tuya y nos empezamos a besar con descontrol. Nuevamente pusiste una mano en mi cintura ayudándome a hacer un movimiento más rápido. Estaba notando que el volcán de mi interior y el tuyo empezaba a rugir. Estábamos a punto, a punto de sacar nuestro placer, a punto de vibrar juntas, las dos a la vez. Lo vi en tus ojos y lo noté en mi cuerpo. No podíamos esperar más. Entonces tus dedos apretaron mi espalda y los míos tus hombros, y besándonos sin control nos miramos a los ojos y vi el placer que estabas teniendo. No pares, me dijiste con un suspiro. Las miradas perdidas en el placer, los gemidos también provocados por él. Empezamos a notar el orgasmo, empezamos a sentir el placer en su punto más alto, el sudor hacía que nadáramos entre nosotras, tu sexo y el mío estaban tan juntos que..., ya, estábamos en medio del orgasmo, y recuerdo que me dijiste unas palabras que entre ellas estaba un te quiero, aunque sabia que nunca más volverías a decírmelo. En unos segundos mi mente desapareció y la excitación me abrazo. Nunca había sentido tanto placer con una mujer. De golpe nos quedamos rendidas una encima de la otra, tapándonos con todo nuestro cuerpo, nos volvimos a mirar y nos dimos un último beso. Luego nos abrazamos y nos acariciamos hasta quedarnos dormidas.

Espero verte otra vez, pensé. ¿Podríamos vernos otro día?, te dije, y ella me respondió...si, porque no.

1 comentario:

  1. Hola, soy tu fan nº1 (pero porque soy la primera). Tienes un blog increíble y me encanta tu manera de escribir. Espero que te animes y lo hagas con más frecuencia. Todas las lesbianas que estamos en el armario te lo vamos a agradecer muchiiiisimo, sobre todo posts como este...

    ResponderEliminar